Adriana Bianchi se apropia, nuevamente, de un momento de los otros. Pero esta vez cambia su target. Va no es la pareja de novios, en el día de la boda, quien debe aceptar su irrupción como testigo inesperado. Ahora, el marco de sus fotoperformances es el más o menos social. más o menos íntimo, de la cena.
El modo en que ella da inicio a su intervención actual es igual a las anteriores: "me quiero sacar una foto con ustedes, después les cuento..". Aceptada su propuesta, la "intrusa"se sumará a la mesa y compartirá con gente desconocida un momento del encuentro o de la celebración. Donde cada cual desempeña su rol -liderazgo, de seducción, de poder, de sumisión -Bianchi asumirá el suyo: el de participante-testigo. Su performance estará mediada luego por el registro fotográfico para su ulterior profundización en la conciencia del espectador. en el microcosmos de cada "ultima cena" (bianchi no volverá a encontrarse con sus eventuales compañeros), el espectador podrá detenerse en el juego de lo visible y lo oculto e imaginar amores y odios, uniones y desencuentros, generosidades y traiciones, relacionándolas quizás con la metáfora del título. Podrá descubrir también, enlazadas, la necesidad de corroborar la propia imagen a través de la mirada del Otro y la necesidad humana primordial del rito, que la comida, hoy como siempre, concreta. Elena Oliveras.
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